Un grupo misionero de Madrid, encabezado por el Padre Enrique Martín Baena de la Congregación de los Cooperadores Parroquiales, llegaron a nuestra ciudad luego de estar en Río Branco y Melo, compartiendo un momento de reflexión en torno al desafío que propone el Papa Francisco de llevar “la alegría del Evangelio a la situación complicada que se vive a nivel familiar, laboral, social”.
- ¿Han venido de España
a nuestro país por el
mensaje del Papa
Francisco de tener un
acercamiento a la gente
con necesidades
y problemas?
- Es así. Es verdad que fuimos invitados por Monseñor Heriberto Bodeant, Obispo de Melo, a misionar a Río Branco, y nosotros respondiendo a su llamada y sintiendo que precisamente el Papa nos invita en su Carta a salir para ir al encuentro de las periferias, pues dijimos adelante, y aquí hemos llegado.
- ¿El Papa Francisco está produciendo una revolución dentro de la Iglesia?
- Todos los Papas de alguna forma han sido revolucionarios porque volver al Evangelio es siempre una revolución. En ese sentido el Papa Francisco es un hombre que quiere devolvernos a la raíz del Evangelio, a llevar una vida auténtica, una vida que dé preferencia precisamente a los más pobres, de establecer estructuras justas, de impregnar a la sociedad de esos valores de que carece. En ese sentido podemos hablar de que el Papa es tan revolucionario como lo fue Jesucristo en su tiempo.
- Esta ausencia de valores, ¿provoca un vacío en el
corazón de las personas que puede ser aprovechado por sectas o falsas religiones?
- Totalmente. Hoy en día hemos confundido bienestar con felicidad, y confundir eso significa que el hombre después de conseguirlo todo, de poder llevar una vida donde no le falta prácticamente nada para poder sobrevivir y llevar una vida mínimamente digna, se da cuenta que le sigue faltando todo. Y ese todo, para lo cual estamos hechos, a veces se busca en lugares que no satisfacen ese anhelo último del corazón. Ya lo decía el profeta Jeremías, un doble mal ha cometido mi pueblo, separarse de mí, fuente de aguas vivas, para construirse en tierras agrietadas incapaces de contener las aguas. Hablaba de los ídolos o de las sectas. En ese sentido el hombre sigue buscando a Dios y a veces por caminos equivocados, pero lo sigue buscando porque estamos hechos para él.
- ¿Cuáles son los grandes problemas que tiene hoy la Humanidad desde la visión de la Iglesia Católica?
- Hay varios problemas que están entretejidos entre sí. Uno, creo que es la falta de sentido. La gente no sabe muchas veces ni por qué está aquí ni para qué.
Es una crisis de sentido, una crisis existencial profunda. De hecho, en muchos países que se consideran del primer mundo el nivel de suicidios es de los más altos del mundo. Eso responde a un por qué. En ese sentido creo que hay una crisis de sentido. El mundo relativiza donde se dice que no existe la verdad o no es posible conocer la verdad, donde cada uno tiene su verdad, donde también se confunde la verdad con la opinión pues es difícil encontrar cuál es la razón verdadera de existir.
Luego otro mal en el mundo es la soledad. Vivimos en un mundo de las comunicaciones pero la gente está más sola y más aislada que nunca. A nosotros nos impresiona venir al Uruguay y ver que siempre en torno a un mate suele haber varios compartiendo. Venimos de una Europa muy envejecida e individualista, donde la cultura comunitaria no se ve tan claramente como acá, y eso nos interpela cuando venimos. Pero nuestras sociedades se están muriendo de soledad, vemos a muchos ancianos que viven solos, mucha gente que quisiera tener a alguien a quien poder hablar y sentirse escuchado y no lo consiguen, porque la gente va con mucha prisa a todas partes. Por lo tanto, la soledad es otro de los grandes males.
- Respecto a esto, otro de los temas es el avance de la tecnología. Hoy se ve a una familia en torno a una mesa pero todos preocupados en sus celulares, es decir,
están juntos pero a la
misma vez ausentes.
- Esa es otra forma de soledad, además de despersonalizarse. Al final, tú puedes estar frente a una persona con quien podrías compartir tanto pero das más importancia al WhatsApp o a la mensajería con la persona que a lo mejor está al otro lado del mundo. A veces es más fácil comunicarse con quien está lejos que con quien tienes cerca. Eso revela una patología social.
- También puede verse a jóvenes uno al lado del otro y mandándose mensajes entre ellos.
- Eso pasa porque cuesta mirarse a los ojos, cuesta mirarse a la cara. No sé si es más cómodo pero sí es menos comprometido decirle algo a alguien a través de un mensaje escrito que decírselo mirándolo a los ojos, porque mirándolo a los ojos está comprometiendo su interior, su alma. Hoy día la gente huye a veces de los compromisos y no se implica –nosotros los españoles decimos “no se moja”- en la relación.
- Lo interrumpí cuando
enumeraba los problemas que tiene la Humanidad…
- Bueno, hay tantos. El problema de los conflictos, por ejemplo, familiares. Es decir, la familia hoy día se está desintegrando, y la familia es la célula vital sobre la cual una sociedad se regenera. Es decir, si en una familia no saben confiar los unos en los otros, no sabemos perdonarnos ni mirar por encima de los intereses particulares, ¿qué vamos a aportar a la sociedad si no lo hemos aprendido en el único lugar donde se nos quiere por ser nosotros mismos, no por lo que tenemos ni siquiera por lo que valemos, sino por lo que somos? ¿Qué es lo que podemos después aportar a esta sociedad? Por tanto, el tema de la familia y su desintegración, me parece que es otro problema muy importante.
Y junto a esos, están todos los problemas de la bioética. Es decir, la manipulación a la que está sometido el ser humano desde su concepción hasta su muerte. El valor de la dignidad del ser humano y otros problemas de carácter social.
- El otro día alguien
sostuvo que este año se ha
superado todos los récords de guerras simultáneas en el mundo, pasaba
fácilmente la docena de
conflictos bélicos en el
planeta.
- Efectivamente, donde mueren niños, como pasa actualmente en Oriente próximo, en la tierra de Jesús. También en algunos lugares de África, como Somalia, Sudán, la República Democrática del Congo donde se están produciendo movimientos migratorios de niños que han perdido a sus padres. Hace año y medio estuve en Kinshasa (capital del Congo) y me encontré con un orfanato con más de cien niños que en estos conflictos bélicos habían perdido a sus padres, se han quedado sin nadie y en tierra de nadie. Y parece que miramos hacia otro lado. Es un drama muy fuerte para el cual no hay una respuesta clara, decidida, por parte de quienes están en condiciones de intervenir.
- Si bien las guerras son
autoría del hombre se le
reclama a Dios por ello, y hemos visto a distintos
Papas en estos años enviando mensaje de Paz al mundo que no son
escuchados.
- Exacto. Ya Juan XXIII lo decía en la Encíclica “Pacem in Terris” (Paz en la Tierra), que detrás de los conflictos hay grandes injusticias y grandes desajustes. Nos damos cuenta que en muchos de los conflictos bélicos actuales detrás siempre hay un trasfondo no solamente político sino económico. Es decir, a algunos les resulta rentable que la gente se esté matando…
- Como los que
venden las armas…
- Por ejemplo.
- O los que buscan
petróleo…
- O diamantes o coltan. Lo que está pasando en el Congo, por ejemplo, las guerrillas se reparten los diamantes y el coltan, que es ese producto que se utiliza para los celulares, entre otras cosas, tremendamente rentable. Eso está generando conflictos en las zonas donde hay yacimientos de coltan que se está cobrando muchas vidas humanas y los poderes internacionales están haciendo oídos sordos porque les interesa que el conflicto se siga dando porque genera recursos.
- Y esas familias que
padecen las consecuencias de esos conflictos, o los
niños que se quedan solos, pueden preguntarse, ¿cómo es que Dios tolera todo esto?
- Es verdad. La “Gaudium et Spes”, esta carta sobre el mundo actual del Concilio Vaticano II, es impresionante. Dice que muchas veces el mal y el pecado en el mundo es lo que hace que otros se identifiquen con el ateísmo. O sea, se consideran a sí mismos ateos agnósticos porque sostienen que si Dios existiera no permitiría guerras, no permitiría que existiera el mal o la enfermedad o los horrores a los que lentamente nos estamos acostumbrando.
Sin embargo, Dios ha sentido el sufrimiento. O sea, Dios nos enseña a amar en todas las circunstancias, esa es la novedad del Evangelio y es la novedad cristiana. Es decir, la capacidad y la potencialidad transformadora que tiene el amor. Y eso lo vemos. Una persona cuando se siente querida empieza a cambiar la vida. Cuántas personas hasta que no han encontrado una razón para existir no son capaces de comportarse de otro modo. Esta es la novedad del Evangelio y esto es lo que Dios nos muestra. Dios no ha venido a suprimir el sufrimiento, dice un autor francés que Dios ha venido a darle sentido.
- ¿La Iglesia ha recuperado popularidad con la llegada del Papa Francisco?
- El Papa Francisco es un hombre con una intuición pastoral muy fuerte. Hay que tener cuenta que es un hombre que ha sido párroco, es jesuita, es decir, un hombre donde la misión es un caldo de cultivo. Por tanto, la gente es como algo muy propio, muy suyo el estar cerca de la gente y de sus problemas. Eso que ya vivía él como jesuita, como sacerdote, después como Obispo y ahora ya como Papa, es como la fuerza motora de su actividad pastoral, de sus mensajes. Hacer que la gente sienta amor de Dios, que la gente se sienta comprendida y miembro de un pueblo que no se deja amedrentar por las injusticias sociales.
Evidentemente que la popularidad ha crecido en estos últimos dos años muchísimo. Gente que por fin se ha sentido tan bien comprendida y acogida en la Iglesia, y yo creo que esto es lo que el Papa va consiguiendo, sin renunciar a la tradición ni a la verdad del Evangelio. Desde una coherencia a lo que otros Papas también han dicho. Si se pone a analizar los discursos del Papa Francisco se dará cuenta que está diciendo lo mismo que lo que decía Pablo VI, de lo que decía el propio Juan Pablo II y que de otra forma ha dicho también Benedicto XVI, por ejemplo, en la “Caritas in Veritate” (La Caridad en la Verdad). Pero evidentemente que lo hace con un lenguaje nuevo, con una frescura delicada. El Papa Francisco viene de un continente nuevo, como es América, y eso ha tenido la capacidad de rejuvenecer a la Iglesia universal, y lo va a seguir haciendo.
Un grupo misionero de Madrid, encabezado por el Padre Enrique Martín Baena de la Congregación de los Cooperadores Parroquiales, llegaron a nuestra ciudad luego de estar en Río Branco y Melo, compartiendo un momento de reflexión en torno al desafío que propone el Papa Francisco de llevar “la alegría del Evangelio a la situación complicada que se vive a nivel familiar, laboral, social”.
– ¿Han venido de España a nuestro país por el mensaje del Papa Francisco de tener un acercamiento a la gente con necesidades y
problemas?
– Es así. Es verdad que fuimos invitados por Monseñor Heriberto Bodeant, Obispo de Melo, a misionar a Río Branco, y nosotros respondiendo a su llamada y sintiendo que precisamente el Papa nos invita en su Carta a salir para ir al encuentro de las periferias, pues dijimos adelante, y aquí hemos llegado.
– ¿El Papa Francisco está produciendo una revolución dentro de la Iglesia?
– Todos los Papas de alguna forma han sido revolucionarios porque volver al Evangelio es siempre una revolución. En ese sentido el Papa Francisco es un hombre que quiere devolvernos a la raíz del Evangelio, a llevar una vida auténtica, una vida que dé preferencia precisamente a los más pobres, de establecer estructuras justas, de impregnar a la sociedad de esos valores de que carece. En ese sentido podemos hablar de que el Papa es tan revolucionario como lo fue Jesucristo en su tiempo.
– Esta ausencia de valores, ¿provoca un vacío en el corazón de las personas que puede ser aprovechado por sectas o falsas religiones?
– Totalmente. Hoy en día hemos confundido bienestar con felicidad, y confundir eso significa que el hombre después de conseguirlo todo, de poder llevar una vida donde no le falta prácticamente nada para poder sobrevivir y llevar una vida mínimamente digna, se da cuenta que le sigue faltando todo. Y ese todo, para lo cual estamos hechos, a veces se busca en lugares que no satisfacen ese anhelo último del corazón. Ya lo decía el profeta Jeremías, un doble mal ha cometido mi pueblo, separarse de mí, fuente de aguas vivas, para construirse en tierras agrietadas incapaces de contener las aguas. Hablaba de los ídolos o de las sectas. En ese sentido el hombre sigue buscando a Dios y a veces por caminos equivocados, pero lo sigue buscando porque estamos hechos para él.
– ¿Cuáles son los grandes problemas que tiene hoy la Humanidad desde la visión de la Iglesia Católica?
– Hay varios problemas que están entretejidos entre sí. Uno, creo que es la falta de sentido. La gente no sabe muchas veces ni por qué está aquí ni para qué.
Es una crisis de sentido, una crisis existencial profunda. De hecho, en muchos países que se consideran del primer mundo el nivel de suicidios es de los más altos del mundo. Eso responde a un por qué. En ese sentido creo que hay una crisis de sentido. El mundo relativiza donde se dice que no existe la verdad o no es posible conocer la verdad, donde cada uno tiene su verdad, donde también se confunde la verdad con la opinión pues es difícil encontrar cuál es la razón verdadera de existir.
Luego otro mal en el mundo es la soledad. Vivimos en un mundo de las comunicaciones pero la gente está más sola y más aislada que nunca. A nosotros nos impresiona venir al Uruguay y ver que siempre en torno a un mate suele haber varios compartiendo. Venimos de una Europa muy envejecida e individualista, donde la cultura comunitaria no se ve tan claramente como acá, y eso nos interpela cuando venimos. Pero nuestras sociedades se están muriendo de soledad, vemos a muchos ancianos que viven solos, mucha gente que quisiera tener a alguien a quien poder hablar y sentirse escuchado y no lo consiguen, porque la gente va con mucha prisa a todas partes. Por lo tanto, la soledad es otro de los grandes males.
– Respecto a esto, otro de los temas es el avance de la tecnología. Hoy se ve a una familia en torno a una mesa pero todos preocupados en sus celulares, es decir, están juntos pero a la misma vez ausentes.
– Esa es otra forma de soledad, además de despersonalizarse. Al final, tú puedes estar frente a una persona con quien podrías compartir tanto pero das más importancia al WhatsApp o a la mensajería con la persona que a lo mejor está al otro lado del mundo. A veces es más fácil comunicarse con quien está lejos que con quien tienes cerca. Eso revela una patología social.
– También puede verse a jóvenes uno al lado del otro y mandándose mensajes entre ellos.
– Eso pasa porque cuesta mirarse a los ojos, cuesta mirarse a la cara. No sé si es más cómodo pero sí es menos comprometido decirle algo a alguien a través de un mensaje escrito que decírselo mirándolo a los ojos, porque mirándolo a los ojos está comprometiendo su interior, su alma. Hoy día la gente huye a veces de los compromisos y no se implica –nosotros los españoles decimos “no se moja”- en la relación.
– Lo interrumpí cuando enumeraba los problemas que tiene la Humanidad…
– Bueno, hay tantos. El problema de los conflictos, por ejemplo, familiares. Es decir, la familia hoy día se está desintegrando, y la familia es la célula vital sobre la cual una sociedad se regenera. Es decir, si en una familia no saben confiar los unos en los otros, no sabemos perdonarnos ni mirar por encima de los intereses particulares, ¿qué vamos a aportar a la sociedad si no lo hemos aprendido en el único lugar donde se nos quiere por ser nosotros mismos, no por lo que tenemos ni siquiera por lo que valemos, sino por lo que somos? ¿Qué es lo que podemos después aportar a esta sociedad? Por tanto, el tema de la familia y su desintegración, me parece que es otro problema muy importante.
Y junto a esos, están todos los problemas de la bioética. Es decir, la manipulación a la que está sometido el ser humano desde su concepción hasta su muerte. El valor de la dignidad del ser humano y otros problemas de carácter social.
– El otro día alguien sostuvo que este año se ha superado todos los récords de guerras simultáneas en el mundo, pasaba fácilmente la docena de conflictos bélicos en el planeta.
– Efectivamente, donde mueren niños, como pasa actualmente en Oriente próximo, en la tierra de Jesús. También en algunos lugares de África, como Somalia, Sudán, la República Democrática del Congo donde se están produciendo movimientos migratorios de niños que han perdido a sus padres. Hace año y medio estuve en Kinshasa (capital del Congo) y me encontré con un orfanato con más de cien niños que en estos conflictos bélicos habían perdido a sus padres, se han quedado sin nadie y en tierra de nadie. Y parece que miramos hacia otro lado. Es un drama muy fuerte para el cual no hay una respuesta clara, decidida, por parte de quienes están en condiciones de intervenir.
– Si bien las guerras son autoría del hombre se le reclama a Dios por ello, y hemos visto a distintos Papas en estos años enviando mensaje de Paz al mundo que no son escuchados.
– Exacto. Ya Juan XXIII lo decía en la Encíclica “Pacem in Terris” (Paz en la Tierra), que detrás de los conflictos hay grandes injusticias y grandes desajustes. Nos damos cuenta que en muchos de los conflictos bélicos actuales detrás siempre hay un trasfondo no solamente político sino económico. Es decir, a algunos les resulta rentable que la gente se esté matando…
– Como los que venden las armas…
– Por ejemplo.
– O los que buscan petróleo…
– O diamantes o coltan. Lo que está pasando en el Congo, por ejemplo, las guerrillas se reparten los diamantes y el coltan, que es ese producto que se utiliza para los celulares, entre otras cosas, tremendamente rentable. Eso está generando conflictos en las zonas donde hay yacimientos de coltan que se está cobrando muchas vidas humanas y los poderes internacionales están haciendo oídos sordos porque les interesa que el conflicto se siga dando porque genera recursos.
– Y esas familias que padecen las consecuencias de esos conflictos, o los niños que se quedan solos, pueden preguntarse, ¿cómo es que Dios tolera todo esto?
– Es verdad. La “Gaudium et Spes”, esta carta sobre el mundo actual del Concilio Vaticano II, es impresionante. Dice que muchas veces el mal y el pecado en el mundo es lo que hace que otros se identifiquen con el ateísmo. O sea, se consideran a sí mismos ateos agnósticos porque sostienen que si Dios existiera no permitiría guerras, no permitiría que existiera el mal o la enfermedad o los horrores a los que lentamente nos estamos acostumbrando.
Sin embargo, Dios ha sentido el sufrimiento. O sea, Dios nos enseña a amar en todas las circunstancias, esa es la novedad del Evangelio y es la novedad cristiana. Es decir, la capacidad y la potencialidad transformadora que tiene el amor. Y eso lo vemos. Una persona cuando se siente querida empieza a cambiar la vida. Cuántas personas hasta que no han encontrado una razón para existir no son capaces de comportarse de otro modo. Esta es la novedad del Evangelio y esto es lo que Dios nos muestra. Dios no ha venido a suprimir el sufrimiento, dice un autor francés que Dios ha venido a darle sentido.
– ¿La Iglesia ha recuperado popularidad con la llegada del Papa Francisco?
– El Papa Francisco es un hombre con una intuición pastoral muy fuerte. Hay que tener cuenta que es un hombre que ha sido párroco, es jesuita, es decir, un hombre donde la misión es un caldo de cultivo. Por tanto, la gente es como algo muy propio, muy suyo el estar cerca de la gente y de sus problemas. Eso que ya vivía él como jesuita, como sacerdote, después como Obispo y ahora ya como Papa, es como la fuerza motora de su actividad pastoral, de sus mensajes. Hacer que la gente sienta amor de Dios, que la gente se sienta comprendida y miembro de un pueblo que no se deja amedrentar por las injusticias sociales.
Evidentemente que la popularidad ha crecido en estos últimos dos años muchísimo. Gente que por fin se ha sentido tan bien comprendida y acogida en la Iglesia, y yo creo que esto es lo que el Papa va consiguiendo, sin renunciar a la tradición ni a la verdad del Evangelio. Desde una coherencia a lo que otros Papas también han dicho. Si se pone a analizar los discursos del Papa Francisco se dará cuenta que está diciendo lo mismo que lo que decía Pablo VI, de lo que decía el propio Juan Pablo II y que de otra forma ha dicho también Benedicto XVI, por ejemplo, en la “Caritas in Veritate” (La Caridad en la Verdad). Pero evidentemente que lo hace con un lenguaje nuevo, con una frescura delicada. El Papa Francisco viene de un continente nuevo, como es América, y eso ha tenido la capacidad de rejuvenecer a la Iglesia universal, y lo va a seguir haciendo.